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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Tragedia en Pasta de Conchos


A cuatro años y medio del desastre de Pasta de Conchos, no se ha movido ni una sola piedra.

El presidente Obama en Estados Unidos, el gobierno de China y el presidente Piñera en Chile estuvieron siempre atentos a sus desastres mineros; en México, Fox, Calderón y Larrea jamás dieron la cara.

La nación y el mundo saben que 65 trabajadores perdieron allí la vida y sólo fueron rescatados dos cuerpos; los 63 restantes siguen abandonados en el socavón de la mina, sin haber podido reposar sus restos en civilizada y cristiana sepultura, y sin haberse indemnizado adecuada y justicieramente a viudas y familiares”.

No es admisible que en México, en pleno Siglo XXI, esté ocurriendo esta gran injusticia, en lacerante contraste con Estados Unidos, con China y últimamente con Chile, donde sendos desastres fueron atendidos de manera inmediata por sus respectivos gobernantes, lográndose rescates, a veces casi milagrosos, de mineros a los que se creía ya irremediablemente fallecidos.

Esto último ocurrió en China, provincia de Shanxi, donde el 6 de abril pasado sorpresivamente se encontraron con vida 114 mineros del carbón que sobrevivieron 8 días y 8 noches bajo tierra, de un total de 153 hombres que quedaron atrapados por la inundación en una mina. Allí, autoridades y equipos de salvamento de la empresa no cejaron en su empeño por salvar a los trabajadores, hasta que se obtuvo este resultado, aunque siguieron en la búsqueda de los 39 restantes.

En Estados Unidos, en el yacimiento de carbón Upper Big Ranch, en West Virginia, de la empresa Massey Energy Co., sucedió una explosión el 5 de abril de 2010, en la que, a más de 335 metros de profundidad, murieron un total de 29 mineros, el peor accidente minero en este país en más de 40 años. Pero ahí, de inmediato, el presidente Barack Obama visitó dos veces la mina, y al lamentar estas muertes, exigió responsabilidades. “No podemos devolverle la vida a los hombres que perdimos”, dijo, “pero lo que sí se puede pedir en su memoria es una rigurosa investigación de esta tragedia y exigir responsabilidad”. También dijo Obama: “Todos los estadunidenses merecen trabajar en un lugar seguro; es necesario tomar las medidas que sean necesarias para asegurar que todos nuestros mineros estén tan seguros como sea posible, de forma que no se repita un desastre como este”.

Finalmente, en Chile este domingo 22 de agosto de 2010, encontraron vivos aunque todavía atrapados a 33 mineros, tras 17 días de una explosión en un yacimiento de oro y cobre, en la mina San José de la empresa minera San Esteban, de la región de Atacama, a 688 metros de profundidad, que son trabajadores que ya se daban por muertos. Las labores de rescate no se interrumpieron, a pesar de no guardar esperanzas de su salvamento. El presidente de Chile, Sebastián Piñera, de ideología de derecha, (como no existe aquí considerando que el gobierno panista de Felipe Calderon sostiene una ideología de centro, al estilo de la democracia cristiana internacional, aunque no se diga abiertamente por esto del estado laico), y el ministro de Minería, Laurence Golborne, acudieron a las proximidades del yacimiento, a 880 kilómetros de la capital Santiago, para coordinar tareas de rescate, cuando se produjo el anuncio de los 33 sobrevivientes.

Además, ni Germán Larrea, ni el entonces presidente Fox, ni después Felipe Calderón, acudieron a Pasta de Conchos para otorgar su ayuda, condolencia o estímulo a viudas y deudos, en contraste radical con gobernantes de esos otros tres países. Sucesos de este tipo han seguido ocurriendo, como en la mina de carbón “pocito” La Florida, de Múzquiz, Coahuila, del 30 de julio, y otros más en Coahuila y en San Luis Potosí, con diversas pérdidas de vidas.

La muerte de 65 mineros no dio como resultado la puesta en marcha de medidas más severas de seguridad en las minas, ni de mejores condiciones de trabajo para los trabajadores del carbón.



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